La visita al santuario de elefantes puede ser perfectamente una de las mejores experiencias de mi vida. Viajé hace unos meses a Tailandia y no sabía la de templos que iba a ver o la de pad thais que iba a comer, pero tenía claro que esta actividad tenía que estar en el itinerario sí o sí.
Tailandia es hogar de millones de elefantes asiáticos, pero lamentablemente no todos están bien cuidados. Es fácil que te encuentres a turistas paseando sobre elefantes por mitad de la carretera, sobre todo cuando te alejas de la capital. Pero si te fijas, van encadenados, y no creo que aprendan a ser dóciles a base de caricias.
Se puede ver y tocar elefantes, pero no es necesario hacerlo en centros donde son explotados para el turismo.
Yo visité un santuario de elefantes protegido, y hoy te voy a contar cómo estaba organizado, cómo lo viví yo y cómo fue mi experiencia con elefantes en Tailandia.
Dónde estaba el Santuario
Al que yo fui, se llama Elephant Trekking Care. Está situado en la provincia de Chiang Mai, en mitad de la selva. Yo fui con un viaje organizado, y nos llevaron en minibus, pero hay mil excursiones que te llevan desde Chiang Mai. Asegúrate de que la visita te lleve a este o a un santuario del estilo.
Según nos íbamos adentrando en la selva, ya íbamos viendo algunos elefantes por el arcén del camino. Sí, como lo lees. Creo que no estaba tan emocionada ni en Eurodisney.
Cómo funciona el centro
Al llegar, nos dieron una especie de túnica regional. No entendí muy bien el por qué, supongo que era para la foto ya que es algo característico de este centro.
Después, nos reunieron a todo el grupo en una mesa y un trabajador del santuario nos empezó a explicar tanto el funcionamiento del centro, como el comportamiento y la vida de los elefantes.
Resulta que un hombre harto de la explotación que sufren estos animales, basó su vida en comprarlos de los negocios donde los explotan para el turismo para rescatarlos, y llevarlos a este espacio protegido.
Es una selva, y aunque ahí los elefantes pueden campar a sus anchas, los tienen controlados para darles de comer.
También es un reclamo turístico, con la diferencia de que el importe que pagas para visitarlos, va destinado a su comida y a otras actividades que haces después en el mismo día, y que te cuento más adelante.
El comportamiento de los elefantes
El hombre que nos daba las explicaciones captaba toda nuestra atención, nos contaba todo con un entusiasmo, un humor y una entrega, que era imposible dejar de escucharle.
Nos explicó que los elefantes tienen un comportamiento parecido a los humanos cuando son pequeños. La cría siempre va acompañada de su madre, que le va enseñando a comer hasta aproximadamente los dos años. Hasta ese momento, le cuesta alimentarse por sí mismo y esto nos lo contó para que lo tuviéramos en cuenta cuando estuviésemos con ellos.
También nos enseñó cómo reconocer el estado emocional de los elefantes. Sus orejas transmiten cómo se sienten: si las agitan de un lado a otro, están contentos y tranquilos, se sienten seguros (como los rabos de los perros vaya). Sin embargo, nos dijo que si veíamos que alguno echaba las orejas para atrás, que nos alejásemos, porque eso significaba que se sentía intimidado y era un mecanismo de defensa.
Cómo fue la presentación con los elefantes
A mí este momento se me quedó grabado. Después de las explicaciones del hombre, nos acompañaron a un terreno donde esperaríamos a los elefantes mientras nos iban dando sacos con plátanos para darles de comer.
Mira, yo cuando vi aparecer a 5 elefantes enormes venir hacia mí directos, con esas patas tan grandes, esa pisada tan firme y esa majestuosidad, me quedé embobada. Ya cuando vi aparecer a las 2 crías pues me quise morir de amor y no me despegué de ellas.
Ahí es cuando les empezamos a dar de comer. Es complicado eh, no siempre agarran bien la fruta a la primera, y si a eso le sumas lo tensa que yo estaba…poco les llegué a dar. Me llamó la atención que tal y como nos explicó el señor, a las crías había que pelarles el plátano como si fuesen bebés. Es que de verdad que me hubiera quedado a vivir en esa selva cuidando elefantes.
Fue muy divertido; los elefantes son muy juguetones y yo sentía que nos vacilaban. Nos enrollaban la pierna con la trompa, nos quitaban los plátanos de las manos…
El baño en el río
Después de darles de comer, quienes quisimos nos metimos en el río a bañarnos con ellos, pero más que un baño, es un campo de juegos, tanto para los animales como para nosotros.
Llegué a la conclusión de que los elefantes no son conscientes de lo enormes que son y tienen complejo de perro. Uno de ellos se me empezó a tumbar encima en el agua, con intención de que le rascara la barriga. Es que era surrealista.
Rafting por la selva
Esta es una de las actividades que te comentaba antes que se suelen hacer en la selva del santuario, suele ir en pack.
El mismo hombre que antes nos había explicado todo lo relacionado con los elefantes, nos dio las típicas explicaciones previas a una travesía en rafting.
Fue muy divertido porque éramos muchos, íbamos en 3 balsas, los monitores no hablaban ni papa de español y yo creo que de inglés tampoco pero eso dio igual para que creásemos un lenguaje propio entre nosotros.
Por el río en las etapas tranquilas, podíamos ir disfrutando del paisaje. Había familias indígenas viviendo en la selva y pudimos ver cómo tenían elefantes fuera de sus casas. Cosa que también me impactó bastante.
Comida en la selva
Después del rafting, teníamos a nuestra disposición unos vestuarios donde pudimos ducharnos y cambiarnos de ropa. (Si vas, llévate dos bañadores y así podrás estar seco mientras comes, pero con bañador para la siguiente actividad. También ropa seca de recambio, dos pares de zapatillas o unas zapatillas y unas sandalias.
Tras la ducha, nos tenían preparada en una cabaña abierta con vistas al río y a la selva, una comida tipo buffet. Qué maravilla.
Trekking por la selva
Una vez ya comidos, empezamos la última aventura del día: una ruta de trekking por la selva. Fueron 2 horas de caminata donde atravesamos ríos, muchos tipos de árboles, laguitos y una cascada donde nos pudimos bañar.
¿Te acuerdas del hombre de las explicaciones? Pues aquí también iba capitaneando al grupo por la selva. Era un hombre muy peculiar y nos reímos mucho con él.
Hasta aquí mi experiencia con los elefantes de Tailandia. Para muchos fue un día más, para mí fue uno de los mejores días que recuerdo, fue completo, y fue redondo. Ya de por sí me encantan los animales, pero el poder estar tan de cerca del mamífero terrestre más grande del planeta (después del elefante africano), me impactó mucho y me sentí por unas horas más viva que nunca. Que llegué a España y me tatué un elefante, vamos.